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Factores de riesgo para la cronificación de la tartamudez

Muchos padres acuden a mi consulta con preocupaciones debido a que su niño ha empezado a tartamudear. Las primeras manifestaciones de la tartamudez se observan tan temprano como los 18 meses o cuando el niño comienza a unir palabras para formar frases o verbalizaciones más extensas. La literatura establece que un 75% de los niños que comienzan a tartamudear podrán erradicar la misma sin ningún tipo de intervención terapéutica. Sin embargo, al no saber con certeza qué niño pertenece al grupo que se recupera o al 25% con tartamudez crónica (que vivirá con la tartamudez a lo largo de su vida la intervención es necesaria.

Aunque es incierto conocer con exactitud qué niño podrá erradicar la tartamudez, existen múltiples factores de riesgo que brindan información al clínico sobre las recomendaciones para la posible intervención. Algunos factores de riesgo para la cronificación o permanencia de la tartamudez en la vida del niño son:

· Historial familiar- La presencia de tartamudez en parientes biológicos del niño apunta ser un factor para tomar en consideración para conocer si la tartamudez se desarrollará en la vida del niño.

· Otros desórdenes del habla y lenguaje- Presencia de desórdenes en la producción de sonidos (fonológicos o fonético) o trastornos del lenguaje.

· Sexo- Los niños tienen mayor tendencia a cronificar la tartamudez en comparación con las niñas.

· Consistencia- A mayor tiempo conviviendo con las disfluencias, mayor riesgo de que se desarrolle una tartamudez crónica.

· Inicio de las disfluencias- Los niños que comienzan a tartamudear antes de los 36 meses presentan más posibilidad de que la tartamudez pueda desaparecer.

· Tipos de disfluencias- Los niños que evidencian mayor número de disfluencias atípicas (repeticiones de sonidos, sílabas, prolongaciones o bloqueos) presentan mayor riesgo de cronificación que aquellos con disfluencias más típicas (inserciones, repeticiones de frases, pausas).

· Evasiones de oportunidad del habla- Las evasiones suponen una conducta secundaria aprendida a causa de la presencia de momentos de disfluencias que no pueden ser manejados por el niño. La presencia de evasiones evidencia una reacción negativa del niño a su rol como hablante (Yaruss & Reeves, 2017).

La intervención temprana y la consejería a la familia son parte de las recomendaciones esenciales posterior a la evaluación y el diagnóstico. Esperar y observar no siempre supone la mejor alternativa, esto porque como hemos discutido, a mayor tiempo evidenciando patrones de habla disfluente mayor probabilidad de desarrollo de tartamudez persistente. Asimismo, el proceso de recuperación puede ser extenso en algunos niños y el acompañamiento con estrategias para el manejo de las disfluencias durante este periodo es necesario. Para aquellos que no desarrollarán recuperación, la intervención es ideal para el manejo temprano de actitudes negativas y atmósferas comunicológica efectivas.

Nuestro rol como patólogos del habla y lenguaje en el manejo de preescolares con tartamudez debe basarse en el ofrecimiento de alternativas para mejorar la comunicación del niño que tartamudea, independientemente si el desorden es a corto plazo o persistente.

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